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Noviembre 25, 2018
Solemnidad de Jesucristo
Rey del Universo
Juan 18: 33-37
“Tú lo dices: soy Rey”
Queridos hermanos: si observamos a nuestro alrededor, verán que, por estos días, muchos comienzan a poner los adornos navideños. Los programas y anuncios de televisión no tratan otro tema que Acción de Gracias, las Navidades y la compra de regalos. Y para muchos de nosotros, este domingo no quiere decir nada salvo que queda una semana menos para las Navidades. Sin embargo, este domingo es muy especial pues es un día de transición, cuando celebramos el fin del año litúrgico, y lo hacemos con la festividad de Jesucristo, Rey del Universo. Este título de Jesús es muy apropiado para celebrarlo en este domingo ya que con el proclamamos que Cristo es el Señor de todo lo que existe, de lo que ha acontecido en el pasado y de lo que sucederá en el futuro. El universo, desde su origen hasta su desaparición, está sujeto a Cristo: el principio, Alfa, y el fin, Omega, de todas las cosas.
A lo largo del Evangelio de este año, el evangelista Marcos nos ha estado presentando a Jesús como el Mesías sufriente, quien nos ha salvado con su Pasión y muerte. Pero el evangelista también nos ha mostrado cómo mucha gente del entorno de Jesús no comprendían lo que esto significaba, ya que sus expectativas, su forma de pensar y de vivir no reflejaban el plan que Dios tiene para su pueblo.
En el Evangelio de este último domingo del año litúrgico, todo esto queda claramente ilustrado en la conversación entre Pilato y Jesús. Incluso cuando Pilato lo acusa de proclamarse rey de los judíos, su concepto de rey es terrenal. Jesús le tiene que explicar que su reino “no es de este mundo” y que, a diferencia de lo que muchos de los judíos esperaban, el Mesías no es un líder político militar cuyos “servidores habrían luchado” por él. Pero como sabemos, Pilato no lo entiende, pues mandará colgar sobre la cruz el título de “Rey de los judíos”.
El mundo del mal, de la mentira, de la injusticia, de la violencia y la muerte parecen vencer, pero no, Jesús va al trono, la cruz es la verdadera entronización y muestra de su realeza. Y desde ahí las palabras que parecían irónicas de Pilato a Jesús: ¡He aquí el hombre! suenan de otra manera, pues el crucificado, no es el fracasado, sino el hombre verdaderamente libre, capaz de entregarse y darse por los demás, es el servidor, el hombre más humano y plenificado como hombre y hermano. Esta es su verdadera realeza.
La resurrección dejará ver claramente, para quienes tienen fe, que Jesús – el verdadero Mesías – ha venido a salvarnos mediante su sufrimiento y para establecer el reino de Dios. Cuando este reino llegue a su plenitud, todo será puesto a los pies de Jesucristo, Rey de todo lo que existe, para que sea juzgado según las enseñanzas evangélicas: nuestro pasado determinará nuestro futuro. El día del juicio final señalará el fin de este mundo como lo conocemos, y el establecimiento definitivo del Reino de Dios, donde Cristo reinará con paz y justicia.
El fin del año litúrgico también es una gran oportunidad para que nosotros miremos el pasado de una forma crítica y constructiva, y que pensemos que propósitos debemos de escoger y realizar para así poder ser unos discípulos más fieles, capaces de cambiar nuestras vidas, y de responder afirmativamente cuando Jesús nos pregunte: “¿Me diste de comer y de beber? ¿Me diste la bienvenida? ¿Me arropaste? ¿Me visitaste? ¿Me amaste en los demás?”