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En tres miércoles consecutivos de Cuaresma (los dos últimos son 14 y 21 de marzo), cada Iglesia en la Arquidiócesis de Nueva Orleáns ofrecerá confesión de 5 a 6:30 p.m. ¿Este esfuerzo pastoral ha sido bien recibido?
Si, lo a sido. La gran mayoría de las parroquias informa que, muchas personas celebran el sacramento de la reconciliación en esos miércoles, y también, es una invitación para que aquellos que han estado lejos de la Iglesia, o no se han confesado, regresen, sabiendo que pueden ir a cualquier Iglesia en el archidiócesis para la confesión. No tienen que ir a su parroquia de origen. Si están cerca de una Iglesia, en su camino a casa, pueden detenerse de 5 a 6:30. Ha habido una muy buena respuesta en el número de personas que van a confesarse. Varias personas han dicho en el pasado que, los tiempos de confesión no son muy convenientes para ellos. Hay varias parroquias que tienen confesiones durante la semana, lo que proporciona una gran disponibilidad. Muchas otras parroquias ofrecen confesión justo los sábados por la tarde, antes de la Misa de vigilia. Muchas personas, me han dicho que no encuentran una tarde de sábado muy conveniente, con todo lo que está pasando con sus hijos y otras actividades. La razón principal por la que ofrecemos confesiones en toda la Arquidiócesis es porque la Cuaresma es un tiempo cuando Dios nos llama al arrepentimiento, a un cambio de corazón. Dios, nos está pidiendo que identifiquemos una debilidad en nuestras vidas, y que la entreguemos al Señor. Obviamente, la mejor manera de entregárselo al Señor y pedir sanación es a través del sacramento de la reconciliación.
¿Qué hay de aquellos que sienten que pueden ir a Dios, y pedirle perdón por sus pecados?
Si bien eso es cierto, el sacramento de la reconciliación, es un encuentro único, personal e íntimo con el Cristo que perdona. Jesús, nos perdona de una manera muy abierta y demostrativa, a través del sacerdote, que dice las palabras de la absolución, y hace la señal de la Cruz. Otra dimensión de la confesión, que a menudo se pierde o se malentendió es que, en la confesión, el sacerdote no solo representa al Cristo que perdona, sino que también representa a la comunidad que ha sido herida de alguna manera por mi pecado. Realmente, no existe tal cosa como “mi pecado, no lastima a nadie”. Incluso, el secreto mejor guardado de un pecado me afecta y, en última instancia, afectará mi actitud y, en ocasiones, mis acciones y tiene un efecto en los demás. Otros pecados tienen un efecto directo en otros, por la forma en que decimos las cosas, por la forma en que tratamos a las personas, y por no ser fieles en nuestras relaciones. La confesión es una oportunidad, no solo de recibir el perdón de Cristo, sino también, de reconciliarnos con las personas o la comunidad de fe, a quienes hemos herido y ofendido por nuestros pecados. Mucha gente pierde esa dimensión en la confesión.
El Papa Francisco ha predicado mucho sobre el perdón de Dios en la confesión.
El Papa Francisco, realmente se ha encargado de hablar con frecuencia sobre el sacramento de la reconciliación, tanto en términos de penitente, como de sacerdote. Nos ha recordado como sacerdotes, que debemos escuchar atentamente, con los oídos de Cristo, lo que dice la gente. Debemos ser muy comprensivos, y estar dispuestos a caminar compasivamente con ellos. La semana pasada dijo, Dios “no quiere golpearnos y condenarnos”, sino que “siempre busca la manera de entrar en los corazones” de aquellos que se arrepienten. Él continuó diciendo: “Cuando nosotros los sacerdotes – en el lugar del Señor – escuchamos confesiones, también debemos tener esta actitud de bondad como el Señor, que dice: ‘Vengan, hablemos, no hay problema, hay perdón’ y no con una amenaza desde el principio.” Estas son palabras poderosas. Me han impresionado dos comentarios más del Papa Francisco en los últimos años. Durante el Año de la Misericordia, dijo: ‘El nombre de Dios es misericordia’. Me tomó todo un año, durante el Año de la Misericordia, para reflexionar sobre eso. El Papa también dice que, aunque nos cansemos de pedir perdón a Dios, Dios nunca se cansa de perdonarnos.
¿Qué tipo de respuesta ha obtenido de los sacerdotes sobre las confesiones cuaresmales?
Estoy realmente agradecido, porque han respondido con gran apertura y dedicación. Mencioné esto, específicamente para ellos la semana pasada, en nuestra mañana de oración de Cuaresma. Mis hermanos sacerdotes son generosos. Ofrecen servicios pastorales adicionales durante la Cuaresma. Es un privilegio tan humilde para nosotros, como sacerdotes, escuchar confesiones y caminar en la oscuridad de la vida de alguien y ofrecer el perdón y la esperanza de Cristo, que puede sanar el quebrantamiento de sus vidas. Sé que requiere horas adicionales en el confesionario, y los horarios de los sacerdotes ya están muy ocupados, pero podemos usar eso como parte de nuestra penitencia de Cuaresma. Estamos ofreciendo a las personas el perdón, la sanidad y la esperanza de Cristo, que es un regalo tan asombroso.
Las preguntas para el Arzobispo Aymond pueden enviarse a: [email protected].
COMO CONFESARSE
Antes de ir a la confesión, debes ponerte en oración y comparar tu vida con los Diez Mandamientos, las Beatitudes y el ejemplo de Cristo. Al reverso de esta tarjeta encontrarás un Examen de Conciencia que te puede ser útil.
El padre te da la bienvenida y ambos hacen la Señal de la Cruz. Puedes comenzar a hablar de ti mismo, tu situación o las di cultades que enfrentas en tu vida Cristiana y dile cuando fue tu última confesión.
Uno de los dos, puede leer un pasaje de las escrituras que sea apropiado para el momento.
Confesa tus pecados. El sacerdote te ofrecerá el consejo que considere conveniente y te dará una penitencia, ésta puede incluir una oración, negación de sí mismo o actos de misericordia.
Oración del penitente: Reza una oración que exprese arrepentimiento por tus pecados y el deseo de no volver a pecar. Como el Acto de Contrición:
“Dios mío, me arrepiento de todo corazón
de todos mis pecados y los aborrezco, al haber escogido hacer el mal, y fallar de hacer el bien, he pecado en tu contra, a quien debería de amar sobre todas las cosas.
Por eso propongo, firmemente,
con ayuda de tu gracia,
hacer penitencia y no pecar más en adelante,
y huir de toda ocasión de pecado.
Por nuestro Salvador Jesucristo, quién sufrió y murió en la Cruz por causa nuestra.
En su nombre, mi Dios, Ten misericordia.
Amén.”
(Rito de la penitencia no. 45)
El sacerdote extiende sus manos sobre tu cabeza y pronuncia una fórmula de absolución, haciendo la señal de la cruz en tu cabeza al pronunciar las últimas palabras.
Tu respuesta es: “Amen.”
El sacerdote te indica que vayas en paz. Tú continúa expresando tu conversión a través de una vida renovada, de acuerdo al Evangelio y al Amor de Dios.
EXAMEN DE CONCIENCIA