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Por Arzobispo Gregory M. Aymond
Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo,
¡Una muy bendecida y feliz Pascua, para todos ustedes!
En cada una de nuestras vidas, experimentamos oscuridad. Nuestra debilidad, nuestro pecado, y las cargas, y cruces que llevamos todos los días, pueden traer oscuridad a nuestras vidas, y a nuestras familias. Esta Pascua, estamos muy conscientes de las cruces que otros cargan: la guerra en Ucrania, los disturbios civiles en todo el mundo que, resultan en sufrimiento y violencia y, los desastres naturales, como el tornado en Arabi, que causó tanta destrucción y, un largo camino hacia la recuperación.
La Pascua es nuestra celebración que trae luz a la oscuridad.
Cada año, me parece tan conmovedor que, cuando comenzamos la celebración del servicio de la Vigilia Pascual, el Sábado Santo, el punto culminante del año litúrgico de la Iglesia, la Iglesia está en completa oscuridad, y se enciende un fuego afuera de la Iglesia. De ese fuego, encendemos el cirio pascual, signo de Cristo resucitado.
Mientras entramos en procesión a la Iglesia con el cirio de Pascua encendido, cantamos tres veces: “¡La luz de Cristo!”. Nuestra respuesta de agradecimiento a cada proclamación es: “Gracias a Dios”.
Esas palabras y la procesión con el cirio pascual, simbolizan que, Cristo Resucitado viene a traer luz a nuestra oscuridad, y nos invita a cada uno de nosotros, a estar abiertos a esa luz, a través de nuestras oraciones continuas, y nuestras acciones, para traer paz y esperanza, en un mundo fracturado.
Mientras celebramos la Resurrección de nuestro Señor esta Pascua, se nos recuerda que, no es solo un día, sino una temporada: 50 días desde la Pascua, hasta Pentecostés. En estas próximas semanas, celebramos la gloriosa Resurrección de entre los muertos de nuestro Señor, y su Ascensión a los cielos. La temporada culmina con la gran Fiesta de Pentecostés, cuando celebramos la venida del Espíritu Santo, y la instrucción de nuestro Señor, de ir y hacer discípulos de todas las mujeres y hombres, recordándonos que estamos llamados a llevar la luz de Cristo a los demás.
Mientras proclamamos alegremente el “Aleluya” esta Pascua, recordemos que nuestra fe brota de la Resurrección de nuestro Señor, y que nuestra celebración es de alegría y victoria, sobre la muerte, a través de la luz de Cristo.
¡Felices Pascuas!