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La Iglesia sugiere que, esto se logra a través de la oración, el ayuno y los sacrificios. Rezo para que su viaje de Cuaresma sea un tiempo de bendición y, nueva vida.
Al comenzar la Cuaresma, nos observamos a nosotros mismos, e identificamos las formas en que nos sentimos tentados a desviarnos del camino del Señor. Eso no significa que estamos llamados a realizar una prueba de detección de mentiras, que supuestamente, detecta pequeños cambios en nuestro ritmo cardíaco, presión arterial y respiración, cuando estamos nerviosos por hacer una declaración veraz, pero estamos llamados a ser muy honestos con nosotros mismos, incluso, si eso puede hacer que nos sintamos algo incómodos.
Hacemos esto en oración.
Se nos pide que conversemos con Dios y con nadie más. Nos presentamos ante el Señor para admitir nuestra debilidad y pecado, y nuestra necesidad de cambiar. Me atrevo a decir que, para todos y cada uno de nosotros, hay incomodidad y ansiedad en eso.
Debemos tratar de escuchar cada vez más claramente lo que Dios dice en su mensaje en nuestra primera lectura el Miércoles de Ceniza del Libro del profeta Joel: “Regrese a mí con todo su corazón”. Usted y yo debemos mirarnos honestamente a nosotros mismos, e ir ante el Señor en un espíritu de humildad, para admitir que hay una área de nuestra vida, cualquier cosa en nuestras relaciones con Dios u otros, que realmente necesita cambiar.
Sugiero que, escojamos una parte particular de debilidad en nuestras vidas. Puedo decirles que, cuando pienso en lo que necesito cambiar en mi vida, podría nombrar seis o siete cosas. Sugiero que, para el viaje de la Cuaresma, elijamos solo uno, ¡porque solo tenemos seis semanas! Podemos ver una acción o actitud que nos traiga oscuridad, y quizás a otros, y pedirle al Señor que nos ayude a experimentar ese cambio de corazón.
Una vez que usted y yo hemos identificado qué es lo que creemos que Dios nos está llamando a cambiar, entonces, y solo entonces, podemos elegir una penitencia que nos ayude a experimentar la conversión.
Para algunas personas, su penitencia es renunciar a algo, tal vez cierta comida o bebida, tal vez, dejar de hablar de otros, o juzgar a otros, o pasar menos tiempo en las redes sociales. Para otras personas, estos próximos 40 días, pueden ser una oportunidad para hacer algo adicional: pasar más tiempo en la oración personal, rezar el Vía Crucis, pasar el tiempo en la capilla de adoración, asistir a la Misa diaria, o ayudar a otra persona en caridad. Lo que sea que escojamos como penitencia, esa penitencia debe estar directamente relacionada con esa acción o actitud en nuestra vida que, creemos que Dios nos está llamando a cambiar.
Sé que cuando era niño, era una costumbre en nuestra casa, abstenernos a los dulces, y eso era algo noble. Pero, mirando hacia atrás, no estoy seguro de que eso tenga algo que ver con elegir un área de la vida que necesite conversión. Una vez que veamos qué es lo nos está pidiendo Dios a que nos arrepintamos, entonces, elegimos una penitencia que nos ayudará a hacerlo.
Al elegir nuestra penitencia, no queremos simplemente decir después de los 40 días de Cuaresma: “Bueno, lo hice durante 40 días”. Ese no es el propósito. A medida que avanzamos en este viaje de Cuaresma y, nos acercamos a la Pascua, queremos poder responder afirmativamente a la pregunta: “¿He cambiado, aunque sea un poco? ¿He cambiado?”
Las cenizas que recibiremos en nuestra frente, son cenizas que provienen de las palmas bendecidas que, usamos el último Domingo de Ramos. Al compartir cenizas contigo y, ponerlas en su frente, diré: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”. Pero me siento humilde porque yo también soy un pecador, y necesito arrepentirme y, creer más firmemente en el evangelio, entonces, juntos buscamos la misericordia de Dios.
Una de las maneras en que podemos hacer fructífero nuestro viaje de Cuaresma es, ir a la confesión. Las confesiones estarán disponibles en todas nuestras parroquias por tres miércoles consecutivos durante la Cuaresma, el: 6 de Marzo, 13 de Marzo y el 20 de Marzo, de 5 a 6:30 p.m. Doy gracias a todos nuestros sacerdotes por su ministerio de sanción y misericordia.
No hay nada que Dios no pueda perdonar. Nada. Podemos decir: “Oh, Dios, no puedes perdonar”. Pero Dios dice: “Yo perdono porque, soy misericordioso”. Él caminará con nosotros durante estos 40 días.
Las preguntas para el Arzobispo Aymond se pueden enviar a: [email protected].